Monasterio de Santa María de Ripoll (vistas exteriores)



Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada principal

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada principal

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada principal

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada principal

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada principal

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista aérea

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista aérea

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista aérea

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista posterior

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista posterior

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada principal nevada

Monasterio de Santa María de Ripoll. Campanario y claustro

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista posterior nevada

Monasterio de Santa María de Ripoll. Nocturno b/n

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista exterior, detalle del crucero

Monasterio de Santa María de Ripoll. Vista lateral

Monasterio de Santa María de Ripoll. Jardín trasero

Monasterio de Santa María de Ripoll. Plano de la basílica

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada y aspecto de la plaza a principios del siglo XX

Monasterio de Santa María de Ripoll. Fachada siglo XIX. (Dibujo de C.Lamglois)

Monasterio de Santa María de Ripoll. Antes de su restauración

Monasterio de Santa María de Ripoll. Antes de su restauración

Monasterio de Santa María de Ripoll. Estado de la basílica después de la quema de 1835. (Aquarela de Soler i Rovirosa)

Historia del monasterio

Los orígenes

Cuando a finales de siglo VIII el emperador Carlomagno se propuso impedir las incursiones de los musulmanes de la península a las tierras francas instauró la Marca Hispánica, mediante la creación de los nuevos condados de Rosellón, Ampurias, Besalú, Cerdanya, Ausona, Gerona y Barcelona sometidos al imperio Carolingio. Los condados de Urgel, Pallars y Ribagorza que en principio no pertenecían, a la Marca, se fueron integrando en ella.

La fundación

En el 870, Wifredo el Velloso, recibe del rey franco Carlos II el Calvo los condados de Cerdanya-Urgell y en el 878 recibe los condados de Barcelona y Girona-Besalú. En verano del 879 Wifredo decide iniciar la repoblación de las tierras centrales del país, el Ripollés, Ausona y Bergadá, despobladas a raiz de la revuelta de Aisó en los años 826 y 827. En el 879 decide proteger a una pequeña comunidad en Ripoll fundando el Monasterio, que fue confiado al sacerdote Daguí, quien fué su primer abad. Tras las improvisaciones de las primeras construcciones mandó construir el primer templo que fúe solemnemente consagrado a Santa María por Godmar, obispo de la diócesis de Ausona el 20 de abril del 888 ante la presencia del conde Wifredo y su esposa Guinedilda, quienes ofrecieron al Señor a su hijo Radulfo ingresandolo como monje y dotando al Monasterio de una considerable cantidad de bienes y posesiones necesarias para su actividad.

El segundo templo

Las leyes de la repoblación convirtieron a Ripoll en una de las zonas mas seguras de las tierras consolidadas después de la reconquista a los árabes, por lo que pronto el Monasterio adquiere un gran desarrollo y sus dependencias resultan insuficientes para albergar tanta actividad. Miró, hijo de Wifredo decide ampliar el edificio que finalmente y tras el derribo del templo original es acabada por su hermano Sunyer bajo la dirección de abad Ennego y consagrado al culto en el 935 por Jordi, obispo de Vic.

El tercer templo

El abat Arnulfo (938-970), obispo de Girona, proyecta e inicia la gran basílica de cinco naves coronadas por cinco ábsides y cerrando el conjunto con una muralla. Después de obtener una bula del Papa Agapito II en el 957, tras su viaje a Roma, en el que consigue que el monasterio pase bajo la protección del papado, Arnulfo inicia la construcción del claustro, la ampliación de las dependencias monacales, una acequia para la conducción de agua y funcionamiento del molino. Arnulfo impulsó también el desarrollo del scriptorium y enriquece los fondos de la biblioteca, convirtiendo la escuela monástica de Ripoll en uno de los centros más importantes de la época. La protección de los condes de Besalú y Cerdanya y la de los hermanos Miró Bofill y Oliba Cabreta, padre éste del abad Oliba, permitieron que la ejecución de las obras y finalmente tras siete años de trabajos y ya fallecido Arnulfo, durante la regencia de su sucesor, el abad Guidiscle (970-979) se consagró el nuevo templo el 15 de noviembre del 977 con asistencia de gran número de prelados y condes que ratificaron los privilegios y concesiones a favor del monasterio.

La basílica de Oliba

El obispo Oliba (971-1046), abad de Ripoll y de Cuixā, descendiente de la saga condal de Cerdanya y Besalú y biznieto del conde Wifredo, quien después de haber sido conde de Ripoll del 988 al 1002 y haber renunciado a las prerrogativas de su cargo para vestir los hábitos benedictinos en Ripoll donde en el 1008 fué elegido abad, impulsó el escriptorium con la confección y compra de manuscritos y renovó el área del templo construyendo en la parte delantera un cuerpo de edificio encima del cual se alzaron dos campanarios mientras ampliaba la parte posterior con un grandioso transepto coronado por siete ábsides, resultando un majestuoso edificio pétreo austero y macizo de grandes proporciones, de 60 por 40 metros. Después de doce años de incesantes trabajos, bajo la meticulosa dirección de Oliba, el 15 de enero de año 1032 se celebró la nueva consagración en presencia de abates, obispos, condes, representantes de las más altas jerarquías de la Iglesia y del Estado que intervinieron en favor de Ripoll.
En el 1070, Bernat II, conde de Besalú somete el Monasterio de Ripoll a la abadía de San Víctor de Marsella. Un año después el primer abad ripollés, Ramón de Berga (1171-1205), inició su independencia, empezó la construcción del claustro y la portada. El abad Ramon de Vilagerut (1929-1310), hizo construir el pórtico que protege la portada y el rey Pedro el Ceremonioso (1326-1378) mandó construir la muralla que une la basílica a la iglesia de San Pedro.
El abad Dalmau de Cartanyā (1410-1439) reconstruye la iglesia que habia sido gravemente afectada por el terremoto del 2 de febrero de 1428 hundiendo la bóveda de la nave central y el campanario norte. En 1463 las tropas de Joan II saquean el templo apoderandose de las obras de Oliba. Tras continuos ataques al Monasterio las tropas francesas lo saquean de nuevo, en 1794, profanando la tumba de Ramon Berenguer IV.

La destrucción de 1835

Ante tantos saqueos el edificio amenazaba ruina y el abad Francisco Portella (1816-1831) confía la restauración del tempo al arquitecto Josep Morató, quien en 1830 reduce a tres las cinco naves laterales. Tras la muerte de Portella en 1931 la abadía de Ripoll permanece vacante durante dos años hasta que en 1833 es elegido Josep de Borrell quien había dirigido la vida de la abadía durante treinta años y que sería el último abad del Monasterio. Las consecuencias del Decreto de Supresión de las Comunidades Religiosas, conocido como decreto de exclaustración, suponen el fin de la comunidad monástica que contaba 18 miembros.
El 25 de julio de 1835 las consecuencias del movimiento conocido como Quema de los Conventos llegan a Barcelona, repitiendose los hechos que pocos días antes habían sucedido en Madrid, y por los que las llamas devoraron multitud de conventos y casas religiosas. Después de conocerse el éxito del estallido revolucionario de Barcelona, a las 4 de la tarde del 9 de agosto de 1835 un alud de insubordinados del Batalló dels Miquelets penetraron en el monasterio provocando graves altercados en los que fueron asesinados dos monjes, dispersando al resto de la comunidad y provocando incendios en los edificios que destruyeron todos los archivos y fondos bibliográficos para siempre. Las ruinas del monasterio fueron convertidas en una cantera por la Ley de Desamortización de Mendizábal y tasadas en un valor de 8.000 pesetas.

La última restauración

Tras ceder el Estado las ruinas del Monasterio a la diócesis de Vic el 20 de noviembre de 1885, su obispo Josep Morgades encarga su restauración al arquitecto Elías Rogent y finalmente el 1 de julio de 1893 se consagraba la nueva basílica restaurada. Lamentablemente la guerra civil española de julio de 1936 conllevó nuevos saqueos y profanaciones de las tumbas condales. Una vez finalizada ésta se cerraron las ventanas con piezas de alabastro y se restituyó el mosaico de Santa María.

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